Vamos a suponer, que un hombre llamado Hércules Sosa, argentino, clase sesenta y cuatro -pongamos por caso-, de tez morena, de profesión indefinida, soltero, apesadumbrado en su manera de andar, silencioso, -poco comunicativo como suele decirse-, despierta una mañana cualquiera inquieto, desolado. Vamos a suponer que se apura a salir de la cama, -que se parece más a un catre-, se viste, toma mate, fuma, se vuelve a acostar –vestido-, enciende la radio.
Vamos a suponer ahora que un hombre con esas características y en ese estado, desea solo que pase pronto el día; vamos a suponer que solo tiene un recuerdo y que ese recuerdo lo motivó a despertar inquieto, desolado. Bien.
Ahora a este argentino de profesión indefinida, a este hombre de tez morena, vamos a sacarle un brazo –el izquierdo- y vamos a torcerle un poco la nariz –también para la izquierda, como ensañándonos con ese lado- y hundámosle la mirada, en una actitud sombría, casi desagradablemente antipática; pongámosle una chaqueta verde y tirémoslo en la cama y que fume, con la manga de su brazo ausente colgando, rozando el piso. Ahora prestémosle una ventana y pongámosla a su derecha y, mientras fuma, hagámoslo mirar por la ventana. Si, que mire, pero no lo dejemos ver. Así, bien, que mire pero que no vea; que parezca que mira por la ventana, pero que en realidad solo vea su recuerdo. Ahora obliguémoslo a que nos lo muestre, miremos nosotros, -curiosos despiadados-, por su ventana. Así, bien:
Veamos como despierta con el sol que asoma triste entre las nubes; miremos su rostro, es más joven –parece un niño-; veamos como su cuerpo –ágil y completo- se levanta del sucio lecho.
Miremos ahora a través de sus ojos que hambrientos de paz, vigilan el horizonte:
La niebla –humo frío- se suspende silenciosa sobre el mar y deja colar, por lo menos intenso de su espesura, algunos abatidos reflejos de sol acariciando el agua. Es una efímera sensación reconfortante la que le proporciona esta imagen, que desea compartir, -con su madre, por ejemplo; o con sus hermanos- entonces pronto, lo reconfortante -la sensación-, es sucedida por el abismo de la distancia; esta infernal y –por qué no- helada distancia.
Ese mínimo instante de encanto y ese próximo vértigo de nostalgia, se diluyen de pronto entre gritos –como agujas- desesperados y estruendo.-como truenos o como eructos, o como carcajadas, del Diablo-.
Y ya no hay tiempo para el placer; ni para la melancolía; ni siquiera para el dolor: sobrevivir, nada más importa ahora.
Entonces el caos -como la niebla sobre el mar- flota sobre Hércules; todo se mueve –incompresiblemente- todo tiembla. Ve salir despedidos varios cuerpos, matorrales, el cielo abajo, la tierra arriba, humo caliente, un silbido –como una aguja- que no cesa, cañonazos –como truenos, o como eructos, o como carcajadas, del Diablo-… todo se amontona ahora en su memoria; es un momento, -como un relámpago- pero que permanece molesto –como una aguja- en su cabeza; y que duele, de una manera extraña, duele sobre todo lo dolido; es un constante fluir de amargura, de rencor –sí de rencor, ¿por qué no?-…
Perdió su brazo en esa guerra y con él se fueron sus sueños, como si alguien lo hubiera obligado a arrojarlos lejos. Muy lejos...
Bien. Ahora que hemos husmeado en su sufrimiento; ahora que -generosamente- nos hemos compadecido de él, dejémoslo tranquilo, celebremos lo bien que nos va a nosotros, olvidémoslo pronto y sigamos cada cual en lo suyo. Bien. Muy bien.
Vamos a suponer ahora que un hombre con esas características y en ese estado, desea solo que pase pronto el día; vamos a suponer que solo tiene un recuerdo y que ese recuerdo lo motivó a despertar inquieto, desolado. Bien.
Ahora a este argentino de profesión indefinida, a este hombre de tez morena, vamos a sacarle un brazo –el izquierdo- y vamos a torcerle un poco la nariz –también para la izquierda, como ensañándonos con ese lado- y hundámosle la mirada, en una actitud sombría, casi desagradablemente antipática; pongámosle una chaqueta verde y tirémoslo en la cama y que fume, con la manga de su brazo ausente colgando, rozando el piso. Ahora prestémosle una ventana y pongámosla a su derecha y, mientras fuma, hagámoslo mirar por la ventana. Si, que mire, pero no lo dejemos ver. Así, bien, que mire pero que no vea; que parezca que mira por la ventana, pero que en realidad solo vea su recuerdo. Ahora obliguémoslo a que nos lo muestre, miremos nosotros, -curiosos despiadados-, por su ventana. Así, bien:
Veamos como despierta con el sol que asoma triste entre las nubes; miremos su rostro, es más joven –parece un niño-; veamos como su cuerpo –ágil y completo- se levanta del sucio lecho.
Miremos ahora a través de sus ojos que hambrientos de paz, vigilan el horizonte:
La niebla –humo frío- se suspende silenciosa sobre el mar y deja colar, por lo menos intenso de su espesura, algunos abatidos reflejos de sol acariciando el agua. Es una efímera sensación reconfortante la que le proporciona esta imagen, que desea compartir, -con su madre, por ejemplo; o con sus hermanos- entonces pronto, lo reconfortante -la sensación-, es sucedida por el abismo de la distancia; esta infernal y –por qué no- helada distancia.
Ese mínimo instante de encanto y ese próximo vértigo de nostalgia, se diluyen de pronto entre gritos –como agujas- desesperados y estruendo.-como truenos o como eructos, o como carcajadas, del Diablo-.
Y ya no hay tiempo para el placer; ni para la melancolía; ni siquiera para el dolor: sobrevivir, nada más importa ahora.
Entonces el caos -como la niebla sobre el mar- flota sobre Hércules; todo se mueve –incompresiblemente- todo tiembla. Ve salir despedidos varios cuerpos, matorrales, el cielo abajo, la tierra arriba, humo caliente, un silbido –como una aguja- que no cesa, cañonazos –como truenos, o como eructos, o como carcajadas, del Diablo-… todo se amontona ahora en su memoria; es un momento, -como un relámpago- pero que permanece molesto –como una aguja- en su cabeza; y que duele, de una manera extraña, duele sobre todo lo dolido; es un constante fluir de amargura, de rencor –sí de rencor, ¿por qué no?-…
Perdió su brazo en esa guerra y con él se fueron sus sueños, como si alguien lo hubiera obligado a arrojarlos lejos. Muy lejos...
Bien. Ahora que hemos husmeado en su sufrimiento; ahora que -generosamente- nos hemos compadecido de él, dejémoslo tranquilo, celebremos lo bien que nos va a nosotros, olvidémoslo pronto y sigamos cada cual en lo suyo. Bien. Muy bien.
6 comentarios:
Lo primero que me gusta, que empieza a gustarme en las primeras líneas, es el tono coloquial con que te diriges al lector. Estás conversando con él, le vas a contar algo. Incluso las intersecciones entre rayas dan la idea de que bajas el tono de voz, haces un gesto, tal vez alargando la mano hasta el brazo del lector, como dos amigos que conversan parados en una esquina. Magnífica descripción del personaje. De pronto, un ligero tinte surrealista, sólo una pincelada, como conviene cuando se mira a un hombre por dentro y se ve lo que "le duele sobre todo lo dolido" . Excelente relato, amigo Enrique. Excelente.
Tus palabras enamoran.
Te abrazo, agradecida por el privilegio de leerte.
buen comienzo! excelente, hay un momento en que pierde intensidad al decir en vez de sugerir
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Re: [intercuento] La ventana de Hércules
viernes, 15 de agosto de 2008, 10:35 am
De:
"kira baleno"
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Para:
intercuento@yahoogroups.com
Ahhhchalay, Oliverio!!!! Qué fuerte este relato. Me ha dejado un gustito amargo en la garganta. Muy bueno, la verdad que me ha gustado y mucho. Creo que uno de los roles de la literatura es este, perturbar las conciencias que muchas veces yacen dormidas.
Saludos
Mariano
intercuento] RE: La ventana de Hércules
martes, 12 de agosto de 2008, 12:14 pm
De:
"Manuel Cubero"
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Para:
intercuento@yahoogroups.com
Muy bueno. Un texto que va calando poco a poco a lo largo de la
lectura.
Manolo
: [intercuento] La ventana de Hércules
martes, 12 de agosto de 2008, 09:51 pm
De:
"rosa mionis"
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intercuento@yahoogroups.com
Mi querido compatriota: QUIÉN TE HA DICHO QUE HEMOS OLVIDADO? Aquí en mi ciudad tenemos varios Hércules y un recuerdo de alguien que voló hacia las nubes y cayó en el mar. Muy bueno tu relato, me hizo emocionar. Cariños Rosy
De:
"Manuel Cubero"
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intercuento@yahoogroups.com
Muy bueno. Un texto que va calando poco a poco a lo largo de la
lectura.
Manolo
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