El tiempo corre veloz, o al menos esa es la
ilusión que me oprime y yo aquí, sin saber que quiero decir, sintiendo pasar
las horas, en este bar, con mi café y mis cigarrillos.
Un tipo cruza la calle, esquivando los
charcos y cubriéndose de la lluvia con un diario. De este lado de la calle una
mujer lo espera. Se juntan, se besan, entran, los veo de frente a los dos; se
sientan en una mesa delante de mí, él de espaldas, se sonríen, piden café. El tiempo, que todo lo transforma, o esa es
la ilusión que me oprime, corre veloz y yo sigo aquí, viendo gente sonreírse y
pedir café, y yo aquí, escribiéndolos y escribiéndome, intentando frenar las
horas, o al menos intentando liberarme de esta ilusión que me oprime. Moviendo
las piezas para sorprender al adversario o simplemente perdiendo el tiempo.
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