Porque la lógica dicta que la vida de
un hombre debe regirse por destinos o
metas a las que hay que llegar. Y mi meta -me doy cuenta ahora- es
sencillamente ir, sin importarme demasiado si llegaré o no; sin pensar
demasiado si el camino que tomé es el correcto, el que me llevará menos tiempo
recorrer para alcanzar ese destino, o no.
Este descubrimiento, aparentemente
insignificante, me ha hecho tomar conciencia de que esa inclinación a
desorientarme, a perder tiempo dando vueltas hasta llegar por casualidad; a no
prestar atención al camino y no tomar referencias correctas para cuando
necesite volver a transitarlo; todo esto que descubrí, que en el fondo me causa
mucho placer, trasladado al plano de mis metas como hombre, son la misma cosa.
Vale decir que mi vida fue y es un continuo
deambular por calles desconocidas, por lugares casi siempre nuevos; porque
aunque ya los haya transitado alguna vez yo ya no los recuerdo.
Siento que sigo dando vueltas por la vida,
perdiéndome en calles arboladas y que no hago nada por detenerme y analizar si
son esas las calles que debería tomar para llegar donde quiero llegar.
Quiero
aclarar que cuando hablo de perderme no hablo metafóricamente, no: me pierdo
por las calles de esta ciudad todos los días. Me pierdo a la vuelta de mi casa
si me pintan un frente o sacan un árbol. Confundo una esquina y doblo
convencido de que es la calle de tu casa y
camino tres cuadras diciéndome debe
ser en la próxima, cuando sé porque ya he ido, que era a veinte metros de
la esquina, si esa hubiera sido la esquina correcta. Y lo más llamativo es que
no me preocupa. Al contrario, como decía antes, me causa placer.
Creo que lo que dije líneas arriba es para
justificar mi incapacidad de ajustarme a ciertas normas debido a mi naturaleza
indisciplinada, inútil para generar y respetar
planificación alguna. Inepta para seguir una ruta predeterminada que se
proponga llegar a un punto concreto. O simplemente para comprender que para
llegar a cualquier lugar que se desee llegar, se debe dar un paso detrás de
otro, en el sentido correcto, en el momento justo. O al menos lo más correcto y
lo más justo que se pueda.
Tal
vez debería intentar ser más pulcro, oler mejor, estructurar mi conducta a lo
correcto, a lo que se debe hacer y no a lo que se quiere hacer. Tal vez debería preguntarme seriamente
sobre a dónde conduce el camino de mi vida e intentar hallar una respuesta. Tal
vez.