jueves, 3 de julio de 2008

Bajo Presión

Bajo la mortecina luz del sol de las siete de la tarde, Ernestino Sánchez caminaba cabizbajo. Confusas imágenes del recuerdo de su vieja amistad con Oliverio Brausen, le flotaban en su memoria. Estas imágenes lo perseguían donde fuera, durante horas, para confluir en sus labios, estuviera donde estuviese, en voz muy baja, traducidas en una inevitable y dolorosa pregunta: “¿Cómo pudo hacerme esto?”.
Ernestino era conciente del peligro al que Oliverio Brausen lo había expuesto delatándolo. Pero en realidad no era la certeza de que tarde o temprano lo matarían, lo que realmente martirizaba a Ernestino, sino el hecho de saber que había sido traicionado por su más viejo y querido amigo: Oliverio Brausen.
Dos semanas habían transcurrido ya desde que Ernestino recibiera la amenaza en su propia casa. Una precisa e inesperada amenaza: “Cuatro palabras de buena fuente pueden disponer del destino de un hombre. Gracias a Oliverio Brausen, tu muerte se aproxima”. Tal el texto de la intimidación que recibiera Ernestino en su domicilio.
Dos semanas ya, en las que Oliverio Brausen no se acercaba a los sitios que frecuentaba. Dos semanas en las que Ernestino lo había estado buscando y esperando, sin querer en realidad encontrarlo.
Bajo el oscuro cielo de la noche reciente, Ernestino Sánchez detuvo su marcha. Sin levantar la cabeza y llevándose una mano indecisa a la frente, brotaron de su boca cuatro palabras: “¿Cómo pudo hacerme esto?”. Luego lentamente, bajó las manos de la frente y sacó de su chaqueta un paquete de cigarrillos; con un ligero movimiento hizo asomar uno de adentro del paquete y con la otra mano extrajo de otro bolsillo de la chaqueta un encendedor; llevó las dos manos cerca del cigarrillo; con una sostenía el encendedor, mientras que con la otra rodeaba a éste para evitar que el aire nocturno lo apagara y apretó los labios para dejar el cigarrillo en posición de ser encendido; su dedo pulgar estaba a punto de girar la ruedilla del encendedor…súbitamente levantó la vista; lentamente guardó el encendedor, sus labios se aflojaron y con la otra mano se quitó el cigarrillo de la boca y lo tiró sin ganas. Frente a él, su delator lo miraba sonriente.
Ernestino movió los labios como para empezar a hablar, pero Oliverio se le anticipó; dejó morir la sonrisa y como si fuera él el ofendido, en tono descaradamente severo, dijo:
- Yo no te traicioné; no te dejes engañar. Vos sos el verdadero traidor si analizamos lo que pasó. Vos me defraudaste dudando de mí y de la amistad que nos ha unido todos estos años. ¿Te acordás el pacto que hicimos hace años? ¿Si, te acordás? “Si es necesario,-dijimos-moriremos juntos, pero en silencio…” ¡Pero no! ¡Vos pronunciaste las palabras que han deshecho esa promesa! ¿¡Cómo pudiste llegar a dudar de mí!?
- No intentes confundirme…está bien, no te guardo rencor…-dijo Ernestino de pronto- quiero ignorar lo que te lleva a decir esto y lo que te movió a delatarme. No me molestes, dejemos las cosas como están…-
Oliverio lo escuchaba sorprendido y lo interrumpió hablando a los gritos.
- ¡No! ¡Te tomaste todo demasiado en serio, me parece! ¡Yo no te traicioné! ¡Nunca lo haría! !¿No te das cuenta –siguió diciendo en voz alta, con cierta angustia asomando entre la furia -¡¿No te das cuenta, que no cometimos nunca esos crímenes que vos creés que cometimos!? ¡¿No te das cuenta que es un juego, todo: los crímenes, la traición, la amenaza…!? Un solo crimen fatal estoy dispuesto a cometer en mi vida –continuó diciendo en voz más baja- y ese crimen va a servir para que nuestra amistad y nuestro honor queden intactos y para que nuestras vidas sigan su curso normal. ¡¿O vas aceptar de brazos cruzados que tus hijos crean que sos un gusano asqueroso, un criminal de poca monta.!? ¡¿Y que yo, tu mejor amigo, soy un gusano traidor?!
- Al decir esto no pudo evitar gritar. Luego, rodeando con el brazo a Ernestino, siguió diciéndole al oído: - Necesito de tu ayuda para que sigamos siendo buenos amigos como siempre…hay una sola persona en el mundo que puede revertir esto. Pero no será fácil convencerla…quizás, hasta la tengamos que matar…
Bajo el oscuro cielo de la noche, Ernestino Sánchez y Oliverio Brausen, el delatado y el delator, caminaron calle abajo, tramando algo, como en los viejos tiempos, y como si nada hubiera ocurrido.
Se perdieron en la oscuridad sus figuras y sus palabras. Se perdieron en mi memoria sus identidades y sus historias. Algo dentro mío me obligó a no continuar escribiendo sobre ellos. Creo que juntos, han mutilado el final de este relato…Lo siento, pero estoy bajo presión.

La buena pipa

 Anodina y sempiterno: curiosamente escuché estas dos palabras varias veces esta semana, divorciadas y en contextos distintos, pero por algú...