miércoles, 4 de octubre de 2017

Bares 4

    


   Hace frío, tengo hambre, estoy solo. Soy un ser bastante insignificante, sucio, y feo, no merezco tu mirada ni tu compasión, ni siquiera tu indiferencia. Ensucio tu paisaje, lo sé, comprendo tu desprecio. Deberías alertar a las autoridades, porque los muchachos no recogieron la basura hoy. 
    Te cruzaste conmigo y busqué tus ojos. Te llevé conmigo y te desnudé antes de que te dieras cuenta.  Te vi desnuda sobre mi cama, hermosa morena de piernas largas y piel sedosa. Tu sonrisa, tus labios, tus pechos erguidos, la temperatura de  tu cuerpo, esa tibieza, tu humedad que me cobija. Tu media voz, la media luz, tus medias sobre las mías. Y fui todo felicidad. Ya no sentí frío, no tuve hambre, solo tu placer envuelto en el mío. Vos desnuda a mi lado, recorriendo mi cuerpo con tus dedos de algodón, con tu lengua tibia, sedienta de mí. Sí, cuando te crucé y me despreciaste, supe que me llevarías contigo.
   Quiero hablar de tu sonrisa, de tus ojos huidizos y reconfortantes, de tu voz, de tus manos y de tu caminar…
   Pero no quiero hablar de tu partida o de la mía. No quiero hablar de tu olvido o del mío.
   Quiero hablar para tenerte de nuevo; para hacerte cruzar otra vez en mi camino y ver si puedo seguirte. A ver si puedo quedarme.
   Libertad, independencia, democracia, derechos humanos; las palabras cobran sentido solo en el contorno de tu sonrisa; me libero en el vértigo de tu mirada audaz y provocadora; mi independencia son tus caricias y mi democracia tu presencia.
     Mis derechos humanos empiezan por tenerte.
     Y más allá, el vacío hostil y narcótico de la realidad: ese estado de cosas incompresibles ante el que nos convertimos en extraños hasta para nosotros mismos.
 

    

No hay comentarios:

La buena pipa

 Anodina y sempiterno: curiosamente escuché estas dos palabras varias veces esta semana, divorciadas y en contextos distintos, pero por algú...